Paloma M. Andúgar, voluntaria en Astrapace, participa en un bonito programa de gestión de un huerto e invernadero en el que trabajan los propios usuarios del centro. Además, forma parte del programa ‘online‘ Talante Solidario, una formación sobre habilidades interpersonales y competencias clave para el voluntariado. De hecho, a Paloma hay que hacerle una mención aparte por su gran trabajo en estos cursos de ‘soft skills‘: ha realizado las 10 competencias y el curso de tutores.
En esta conversación, nos cuenta cómo vive su experiencia, lo que ha aprendido y todo lo que el voluntariado le aporta en su día a día.
En Astrapace, un centro de día dedicado a personas con discapacidad orgánica, nuestro voluntario nos cuenta que la entidad tiene una misión muy clara: ofrecer terapias desde distintos enfoques —educación social, fisioterapia y otras especialidades— para mejorar la calidad de vida de sus usuarios. “Gracias a ellos he podido acercarme a personas con diferentes capacidades, aprender a tratar con más calidez a este colectivo y, además, he adquirido muchas enseñanzas prácticas sobre cómo gestionar equipos y trabajar en grupo”, comenta.
El voluntariado en un huerto y un invernadero
Su actividad como voluntario gira en torno a un proyecto muy especial: la gestión de un huerto y un invernadero en el que los propios usuarios se implican activamente. Allí realizan tareas de cultivo, mantenimiento y también actividades formativas, lúdicas y de venta de los productos del huerto. “Mi papel era principalmente de apoyo: supervisar y ayudar a los usuarios en las tareas del día a día, además de participar en actividades de docencia informal, juegos y en la organización de la venta e inventariado de las plantas”, explica.
Cuando le preguntamos qué le ha aportado el voluntariado, lo tiene claro. “A nivel personal me ha dado muchos buenos momentos, afecto, cariño y una actitud más abierta y solidaria. Y profesionalmente, me ha ayudado a planificar mejor, a sentirme más seguro ante los imprevistos y a mejorar mis habilidades comunicativas, de organización y autonomía.”
Sobre el aprendizaje que se lleva un voluntario tras una experiencia como esta, responde con una sonrisa: “Mucho cariño, buen humor, anécdotas del día a día y nuevas amistades. También aprendes a organizarte mejor, a planificar actividades innovadoras y a gestionar grupos.”
Asertividad, iniciativa y empatía como habilidades clave
En cuanto a las habilidades interpersonales más importantes para el voluntariado, lo tiene muy claro: la asertividad, la iniciativa y la empatía. “La asertividad es clave para saber expresar tus ideas y opiniones con respeto. La iniciativa y la autonomía te impulsan a emprender proyectos con seguridad, y la empatía te permite ponerte en el lugar de los usuarios y actuar siempre pensando en su bienestar.”
Para quienes estén pensando en empezar a hacer voluntariado, su consejo es sencillo pero valioso: “No tengas miedo ante las situaciones imprevistas, apóyate en los coordinadores y compañeros, y sobre todo, disfruta y aprende del día a día con actitud positiva.”
Lo mejor de hacer Talante Solidario
Y cuando hablamos de formación, recomienda sin dudarlo Talante Solidario. “Es una formación muy recomendable: práctica, cercana a la realidad del voluntario y muy motivadora.”
Entre los motivos que destaca están el espacio de reflexión que ofrece sobre los proyectos y la actividad voluntaria, el autoconocimiento que se obtiene a través de ejercicios sobre habilidades blandas (soft skills), y la oportunidad de compartir experiencias con otros voluntarios. “Te permite profundizar en tus capacidades, mejorar tu labor y convertirte en una especie de embajador de las habilidades interpersonales en cualquier ámbito de la vida”, concluye.

